domingo, julio 10

Asiento trasero.

Detengo el auto y me paso al asiento trasero, comienzo a llorar, me hago ovillo y sigo llorando… comienza a llover y los cristales se cubren de lágrimas, una nueva oleada de tristeza vuelve alimentando el llanto. Como dijo Nietzsche “Dios ha muerto”, lo descubro desde el asiento trasero una vez perdida toda fe y todo deseo, recuerdo cuando Iruene invadida por el cáncer me decía que todos tenemos un umbral del dolor, pero también teníamos un umbral de soporte de la carga, que ella ya entre las sonrisas que prodigaba había dolor, en el abrazo, en los gracias, todo era una extensión de dolor y el simple hecho de respirar era tan insoportable y aborrecible que se suplicaba que fuera el ultimo. He llegado al punto en que o muero o vivo, nada de medías tintas o arrojo esta vida al fuego y le arranco una distinta a Dios o muero. No sientan lastima por mí, yo funciono así, jugando en los abismos, en los bordes afilados, en torno a fantasmas, yo no puedo sacudirme los te amo como si nunca los hubiera hecho, las promesas como si nunca les hubiera jurado y aún menos esos sueños como si no les hubiera tenido y alimentado con partes de mí.
Mi nombre es David soy hijo de un tiempo que no me comprendí y príncipe desterrado de mis propios sueños. Detenedme si podéis, si existe alguien con una agonía mayor que la mía…